Hace muchos años empecé a escribir versos. Sólo logre palabras con cierto sentido poético, que mi profesor de Castellano (el querido "chico" Leopoldo Meneses) me advirtió que debía mejorar. Escribí por años. Muchos de esos versos se perdieron en un bolsillo o entre las hojas viejas de una agenda. Hoy publico algunos de aquellos versos añejos que he encontrado y otros, de diversos autores, que me han cautivado. Espero que no te aburras con mi creación o los versos escogidos.

martes, mayo 14, 2019

BALADA DEL DROGO VAGABUNDO (Clemente Riedemann)

Amigos me voy yendo a Conce pero pronto iré pa’ Chillán.
Quizás endilgue pa’Tirúa antes de llegar a Tomé.
La vida es linda en todas partes, en todas me quiero quedar.
Yo siempre me divierto mucho en el Chile meridional.
Siempre encuentro muy buena hierba y siempre hay algo que jalar. El planeta es entretenido y el universo lo es aún más.

Soy el que se pasa viajando porque nunca he tenido hogar
que no sea en el viaje mismo donde duermo y puedo soñar
con la vida que en la quietud no me ha sido posible hallar.
Soy inmigrante aquí en mi tierra, un paria, un excluido, un gañán. El mundo entero me da vueltas en mi cerebro cerebral.
Sigo viajando porque busco por los caminos un hierbal.

Por ahora me estoy yendo a Talca mientras yo encuentro mi lugar, que por lo visto hasta al momento es muy difícil de encontrar. En una désas llego a Londres o a un tal París a descansar. No es que yo adore luminarias ni togas, ni estatuas,
ni torres, sólo quiero cantar baladas, algunas palabras aladas,
música que las atesore y almas con luz y con agallas.

Una vez soñé yendo al Polo, quería hablar con los pingüinos.
Le había puesto mucho al vino y me sentía como el forro.
La exploración quedó pendiente al antártico continente.
Otra vez me soñé encumbrado en las nieves del Himalaya
o en esas del Kilimanjaro bien escritas por Hemingway,
consecuencias de la ayahuasca: aquel fue mi viaje más raro.

En julio me fui a Isla de Pascua en ese avión el Calambrito
y en el punto de no retorno me dio por ponerme a los gritos.
Un oficial me sacó de ascuas y pude ver los tolomiros.
Haciendo dedo a Quicaví en algún cruce de caminos
encontré a varios vagabundos esperando ver al cachudo
y aunque era difícil destino lindo color vimos allí.

La policía me persigue pues ellos se quieren quedar
con la poca hierba que llevo para consumo personal.
Pero nunca dan en el clavo con el narco profesional.
Quiero que me dejen tranquilo si bebo un “Presidente Frei”
que es el que se dan a expropiar, porque si ando con vino en caja
los clasistas cara de raja olvidan al punto la ley.

¿Qué de malo tiene un porrito para emprender un viajecito?
Suelo llegar requetelejos con sólo gastar unos pesos.
He visto fumar a un obispo, pero él se queda donde mismo.
También jefes de gabinete ocultando su pajarete
y a jueces de gran jerarquía, políticos de noble garbo
y algunos de la policía snifeando chupilca del diablo.

El Norte nos mandó el tequila y nuestro modelo de vida.
Pero ahora Oriente es el futuro: darle al opio es de Perogrullo.
En este mundo de mudanzas, cambiar de pasta es  lo que calza.
Yo no elijo vivir sin droga, pero tampoco a causa de ella.
Si me la encuentro en el camino y es conveniente alucinar
Ni gil que voy a hacerle el quite si mi cabeza lo permite.

No suelo aconsejar a nadie sobre los modos de vivir:
el que tiene pasta de esclavo quizás se pueda liberar
y a quien es libre de mollera bien se la puede administrar.
La religión es droga dura tanto como la ideología
más que esas hierbitas maduras que se cosechan en abril.
Mantener la cabeza entera será siempre la mejor guía.
---
(c) Clemente Riedemann, 2019.