quel interior de un panal
y el más adorable de mis sueños.
Era tu sonrisa sencilla el final
y el principio que me hacía sentir tu dueño.
Eras mía…
Tantas veces te sentí
en el silencio
de mi corazón dormido…
En sus latidos…
tantas veces desperté inquieto
y con tu nombre en mis labios.
Eras mía…
Tantas veces
fuiste luz seductora del pecado…
Eras mía…
Sin embargo...
Tu belleza, tu virtud,
a mi no pertenecían…
Eras mía…
Pero tu no lo sabías…
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Escrito hace 26 años... 1984